Poemas de Miguel de Unamuno
- ¡Dime qué dices, mar!
- ¿Por qué esos lirios que los hielos matan?
- ¿Qué es tu vida, alma mía?
- A mi buitre
- Al amor de la lumbre
- Castilla
- De vuelta a casa
- Dolor común
- Dormirse en el olvido del recuerdo…
- En horas de insomnio
- En un cementerio de lugar castellano
- Es una antorcha
- Hasta que se me fue no he descubierto…
- Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan…
- Horas serenas del ocaso breve
- Junto a la laguna del Cristo en la Aldehuela de…
- La luna y la rosa
- La mar ciñe a la noche su regazo
- La oración del ateo
- Luciérnaga celeste
- Me destierro a la memoria
- Morir soñando
- Nuestro secreto
- Ofelia de Dinamarca
- Orhoit Gutaz
- Pasásteis como pasan por el roble…
- Si tú y yo, Teresa mía, nunca…
- Te da en la frente el sol de la mañana
- Veré por tí
https://www.poemas-del-alma.com/miguel-de-unamuno.htm
Biografía de Miguel de Unamuno
Nació en Bilbao, el 29 de septiembre de 1864, siendo su nombre completo, Miguel de Unamuno y Jugo.
Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, con la tesis titulada «Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca» (1884). Este estudio mostraba su ideología contraria al nacionalismo vasco de Sabino Arana.
Ocupó la cátedra de griego en 1891, en la Universidad de Salamanca, y en 1901 el cargo de Rector, al que debió renunciar en 1914, por las hostilidades hacia la monarquía de Alfonso XIII, pero continuó como profesor de griego.
Sus ideas lo enfrentaron, en 1924, con el dictador Miguel Primo de Rivera, quien lo desterró a Fuerteventura (Islas Canarias). Huyó de allí hacia Francia, para volver a su tierra en 1930, cuando fue destituido Primo rivera.
Al ser proclamada la República, en 1931, ocupó nuevamente el cargo de Rector de la Universidad, hasta julio de 1936, cuando sus declaraciones revolucionarias, le valieron su nuevo alejamiento de la conducción académica. Al llegar Franco al poder, lo restituyó, pero pronto lo perdió nuevamente, al enfrentarse también con las ideas de este régimen, al que condenó públicamente, diciendo: «venceréis, pero no convenceréis». La respuesta no tardó en llegar, de parte del General Millán Astral: «¡Viva la muerte y muera la inteligencia!».
Unamuno tuvo la influencia del racionalismo y el positivismo, a través Arthur Schopenhauer y Adolf Von Harnack, entre otros. Preocupado por la situación que atravesaba España, tuvo ideas claramente socialistas, expresadas en el periódico «El Socialista».
Abandonó el racionalismo, adoptando el motor de la fe, a la que calificó como «mentira vital». Pensaba, sin embargo, en la muerte como fin, pero también en la necesidad de la idea de inmortalidad, para darle sentido a la existencia.
Su obra muestra una profunda angustia ante un Dios silencioso, un tiempo que transcurre inexorable y la idea de la muerte. Temas como la patria y la vida cotidiana, también son tratados en su obra.
Su aporte literario, que incluye narrativa, poesía y teatro, se extiende desde 1895 hasta 1930.
Su narrativa se inaugura con «Paz en la Guerra» (1895), donde se establece la relación del yo con el mundo y el condicionamiento de la muerte. Le siguen: «Amor y pedagogía» (1902), donde se ironiza sobre la sociología positivista, «Niebla» (1914), obra a la que llamó nivela en un intento de renovar las técnicas narrativas. Escribió en 1913, un libro de cuentos, titulado: «El espejo de la muerte», y en 1917, «Abel Sánchez», donde trata el tema de la envidia.
Su última narración extensa es «La tía Tula» (1921), donde se expresa el ansia maternal. Sus últimas novelas datan de 1930: «San Manuel Bueno, mártir» y «Don Sandalio, jugador de ajedrez».
En poesía, trató en los primeros tiempos de eliminar la rima, pero luego la utilizó. Se destacaron las siguientes obras: «Poesías» (1907), «Rosario de sonetos líricos» (1911), «El Cristo de Velásquez» (1920), «Andanzas y visiones españolas» (1922), «Rimas de dentro» (1923), «Teresa. Rimas de un poeta desconocido» (1924), «De Fuerteventura a París» (1925), «Romancero del destierro» (1928) y «Cancionero» (1953).
En teatro, su obra fue menos exitosa. Bajo la influencia de la tragedia griega clásica, sus obras fueron simples y esquemáticas en lo escénico, tratando de reflejar el drama que se desataba en la espiritualidad de los personajes. Sus principales obras teatrales fueron: «La esfinge» (1898), «La verdad» (1899), «El otro» (1932), «Fedra» (1918), «Raquel encadenada» (1921), «Medea» (1933), y «El hermano Juan», estrenada en 1954.
Falleció en Salamanca, el 31 de diciembre de 1936, sufriendo un arresto domiciliario, por su ideología política contraria al régimen de Franco.